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Canciones de cuna para mi madre

Carla Chinski

ISBN: 978-987-86-2263-7

​Páginas: 50
Diseño de tapa: Gastón Malgieri
Ilustración de tapa: Julián Pesce

En estos extraños poemas del estrago canta una voz difícil. Nana del maldolor y la tristeza - que, se diría, a su modo buscan conjurar - , los versos de Carla Chinski engarzan el equívoco de un cuerpo hecho jardín para la muerte, un cuerpo físico hasta la aflicción, abierto por demás a las fuerzas que transforman y destruyen. Hablan estos poemas, entonces, un idioma salvaje y herido - su herida es de amor -, que deja, sin embargo, también lugar para el silencio, esa otra forma suntuosa del duelo. 

Brillante como una pequeña espada forjada en filigrana por “el hilo de la palabra / que hace de este mundo / más de lo que es”, este libro, en su gesto severo y a la vez vulnerable, trae su luz rara para recordarnos, como en sueños, que “todo bosque que arde, toda vida / que se quema / encuentra su límite en el caudal del río”.

 

Sonia Scarabelli

Este libro se hunde - no teme hundirse - en las fragilidades y fortalezas, las miserias que constituyen nuestro estar en el mundo como seres materiales: ese modo en que el cuerpo, el mismo cuerpo que otras veces estalló de vitalidad y de deseo, bordea su propia desaparición. 

 

Claudia Masin

Mi madre no está muerta pero
alguien le está cortando
la pierna en dos.
Soy el miembro fantasma
de la familia,
siempre en falta.
Una vez más
completo su cuerpo,
las venas chorrean
pero evito la pérdida,
mis guantes de goma blancos,
ahora rojos,
dedos como pétalos de rosas.
Ella, que nunca fue tranquila
hoy duerme de manera artificial.
Al mismo tiempo
camina en sueños
y el médico, como un partero,
la lleva al mundo
de los que viven sin dolor.
Luego la internan
en la sala de parturientas
donde las mujeres agonizan,
eso tienen en común:
el dolor que un día llega
levantándose como
un accidente geográfico.

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